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el ritmo que nos mueve

El papel de la mujer

Me acabo de enamorar de una mujer que conocí hace unas horas. Vi que entró y mi boca quedó abierta, era imposible que existiera una mujer que reuniera en un solo rostro tantos detalles perfectos. Por fortuna se sentó cerca de mi mesa. Si hubiera elegido sentarse en el otro extremo del local, estoy seguro que me hubiera levantado, hubiera dicho alguna excusa a mis amigos y la seguiría. Pero estaba cerca, y la podía mirar cuando quisiera, y quería mirarla en cada momento, conocer sus movimientos, escucharla, saber qué pediría.

Me pareció buena idea ir a su mesa, decir mi nombre y que sinceramente la quería conocer, porque no vaya a ser que seamos el uno para el otro y que jamás nos volvamos a ver si decides ignorarme. Si es así, me regreso a la mesa y punto final; si no, te invito a otro lugar en estos momentos, que es el momento justo para iniciar lo que nos espera. Pero algo muy fuerte me impidió levantarme e ir hacia ella: no estaba sola.

Mi atención se enfocó en su pareja con la pregunta: ¿qué tiene él que no tenga yo? Usaba una camisa de mal gusto, con rayas amarillas atravesadas al azar; los zapatos eran similares a unos que usé cuando era adolescente; su pelo bailoteaba encima de su cabeza; y para colmo, fumaba como loco. No es que quiera presumir, pero uno no tiene vicios, usa camisas lindas, le gusta peinarse y calza los zapatos que están de moda.

Me cansé de estar a la expectativa y decidí tomar cartas en el asunto: la miré detenidamente. Ella bien me podía mirar de igual modo, pero era imposible que lo hiciera si su pareja estaba a su lado. La comprendí. Sin embargo, mis ojos actuaron como si no comprendieran y la siguieron mirando hasta que fue imposible hacerlo por más tiempo. Mis amigos exigían mi presencia en la charla. Volví a la conversación sufriendo. Sabía que ella también entendería.

Curiosamente pidió la misma bebida que yo. ¿Acaso quería más pruebas? Uno no puede alejarse del destino, éste corre tras de ti hasta que te alcanza. Nunca es tarde para tomar el buen camino, como dicen los religiosos. Y era cierto, porque no importaba si ella se había comprometido con él, ya que ella podía terminar con esa relación cuando quisiera. Era fácil: el argumento de haber encontrado a la pareja perfecta nunca falla. Si le faltara valor, yo mismo hablaría con él sabiendo las consecuencias que la confesión traería. Lo golpearía si fuera necesario.

Era feliz. Por fin había hallado a la mujer más hermosa que había conocido y sin ningún esfuerzo. Sólo me cité con los amigos en el café de siempre, me senté, platiqué y ella apareció como si alguien le hubiera susurrado al oído: ve a ese sitio, ahí lo conocerás. La única duda que existía era si ella había llegado a mí, o yo a ella. Estaba seguro que él, jamás en su vida, había sentido la atracción que yo sentía por esa mujer, ni había escuchado la vocecita que dice: ella es, ella es, alcánzala. Parecía ser de esos hombres que no tienen una puta idea de lo que es el amor.

Decidí mantenerme en mi territorio y atacar en el momento que pareciera preciso. Ella seguía fingiendo no percatarse de mi presencia, y cualquiera que la mirara se lo creería. Su actitud al hablar era convincente: se enfocaba en él, sólo en él (sí como no). Me reía al pensar que el tipo estaba seguro de su relación, ignorando todo el mundo de detalles que había en conexión entre ella y yo.

Mientras llegaba el momento oportuno para anunciar al mundo lo que había entre nosotros, volví a la charla de mis amigos. Eso me distrajo de lo que pasaba en la otra mesa. No me percaté cuando pidieron la cuenta, ni cuando pagaron, ni cuando ella tomaba su bolso para levantarse e irse. La miré de pie tomada del brazo de su pareja, y pensé que su actuación le exigía hacerlo. Esperé que volteara hacia mí para indicarme, con la mirada, donde nos podríamos encontrar después. Pero ella siguió caminando, riendo, mirándolo. Cuando por fin volteó, poco antes de salir del local, supe que era feliz en su papel.

3 comentarios

josué -

Reconozco que es un título que dice mucho y a la vez poco. Confieso que lo llamé de ese modo sólo para que tuviera un título en ese momento y que el lector, después de su lectura, lo diferenciara de entre los otros títulos. Creo que cumple la última finalidad. Gracias por la crítica y así como tú, espero que se me ocurra un mejor nombre. ¿Qué opinas de los otros títulos?

Anónimo -

el tìtulo, aparte de que es ambiguo (dos acepciones: o el papel como rol, como "funciòn" de la mujer en general, que no creo que sea; o el papel como máscara o fingimiento de una cierta mujer, de la cual no se conoce el nombre en este caso, que creo sì es la acepciòn,pero entonces el tìtulo es poco literario, burdo y ovbio; a veces un mal título hace un poco de mella en el texto y hace esperar cosas que no son. es todo cuanto criticarìa. chao

Fernanda -

Si habia conexion entre los dos ? o mas bien el hombre se enomaro de una idea y no de una realidad ...